jueves, 30 de septiembre de 2010

Identidad y emprendimiento de ciudades
El ciudadano tiene una tendencia a identificarse con su ciudad de origen, a formar parte del colectivo en la forma como es caracterizado, ya sea moderno, tradicional, emprendedor, inteligente, trabajador, gentil, etcétera.

Y es que al ofrecer una imagen de la ciudad y de su gente, existe la tendencia a la idealización. Cuando se trata de presentar a los demás el lugar que habitamos o la gente con la cual convivimos, hacemos una abstracción basados en lo que quisiéramos que fuera ese lugar y esa gente.
Hacemos a un lado las sombras, lo negativo, y desarrollamos una alegoría en la cual volcamos nuestras expectativas, anhelos y nostalgias. Inventamos una ciudad, no una falsa sino imaginada, es decir, un lugar que proponemos como el modelo o prototipo de lo que debiera ser.
Es una comunidad imaginaria, pero en el plano material, económico, no lo es tanto.
Los habitantes de tal ciudad se sienten distintos de los de otras ciudades.
Se ven con características que los llevan a reconocerse no solo distintos, sino mejores. Se construyen fronteras, territorios mentales que los aparten de los demás, que los hagan únicos y exclusivos, en un proceso de diferenciación como factor creador de identidad, construyendo formas culturales exaltando lo propio, las fiestas, las conmemoraciones, ciertas construcciones, el equipo de futbol, la música o las canciones del lugar, que vienen a ser algunas de muchas instancias en las cuales la producción simbólica, de manera constante, añade elementos al imaginario para crear, re-crear, inventar e imaginar la ciudad, sus habitantes.
Otros hablan de una ciudad ordenada, limpia, simétrica, rectangular, perfecta, donde predomina el orden.
Pero la ciudad sola no puede cumplir o tener estas características por sí misma, si la ciudad es idealizada, igualmente sus habitantes deben estar de acuerdo con dicho ideal, son ellos los que la construyen, con sus actos, su conducta, emprendimiento, negocios, comercios, etcétera.
El buen ciudadano, para que lo sea, para llegar a merecer el nombre de “hijo dilecto de la ciudad”, tiene que ajustarse a la imagen representada, mantener limpias las calles, las banquetas arregladas, las fachadas de los edificios hermoseadas, no arrojar basura, no manchar las paredes con rótulos, no obstaculizar con los vehículos el tránsito de los peatones, no dejar que la maleza enmarañe los predios, es decir, procurar mantener el orden y la armonía con la ciudad con que precisamente él se identifica.
POR MANUEL SALGUERO
fuente: prensa libre, guatemala.
  04/09/10 - 00:00 ECONOMÍA

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